Hubo un tiempo en el que le gustaba aproximarse al límite de todos los apetitos. Empero, y sin apenas voluntad para otra cosa, la muerte le sobrevino mientras intentaba reunir un conjunto de palabras que le resultara aceptable. También le gustaba juntar vegetales y echarlos la primera olla holgazana que encontrase en la cocina. Con todo tuvo suerte ya que, aun no siendo partidario de repeticiones, rara vez se le vio cocer palabras y escribir con zanahorias.
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