Como en la vieja historia de los muertos que regresan a la vida para pasar un día de vacaciones, la viuda se levantaba lívida de sus largas siestas, pero con ganas de jarana. Y entonces bebía, y el sordo retumbar por la estancia de sus versos alcohólicos convertían las sucesivas escenas de su vida en un aquelarre de intereses y apetitos entrelazados de muy difícil degustación.
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