Se
le fueron como en un suspiro la materia y el átomo, de modo que el amasijo de
sueños al que quedó reducido cabía de sobra en aquel vientre de arroz,
habichuelas y carne que dormía a su lado. De vez en cuando mostraba un aspecto
de mutilada y fantasmal blancura, y padecía dolores propios de trashumantes.
Pero lo esencial, permanecía intacto.
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