Como un verso ambiguo de esos que por momentos se torna
incomprensible, la necesidad alimenticia tornaba aquella imaginación suya, loca
e inexacta por definición, en fiel seguidora de la racionalidad administrativa
y, si llegaba el caso, de la más estricta burocracia prusiana. Hasta ahí todo claro.
Se sabe también que lo que convirtió a aquel hombre disfrazado de oficinista en
un muerto disfrazado de oficinista fueron un cúmulo de pequeños detalles, imperceptibles
tanto para el hombre disfrazado de oficinista como para el muerto, que a día de
hoy permanecen por completo ocultos para quien esto escribe. Fin de la
historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario