Se
disponía a preparar la jornada en perfecto orden divino cuando aparecieron de
improviso y sin tiempo para mayores preparativos restos de almas que habitaban
un condominio cercano. Aquello fue lo nunca visto: plenilunios de salmos, solos
de trompetas que simulaban rayos agonizantes, polvo de éxtasis desposeídos de
tiempo, damascos transparentes y erráticos que anunciaban la buena nueva…Así
las cosas, y sin más herramienta que su viejo báculo, decidió huir. No lejos de
allí, en una estrella cercana, le esperaba el abrazo y el rostro envenenado de
la mujer a la que siempre amó.
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