Hubo un tiempo en que la irracionalidad y la desidia de los dioses
llegó a ser tal que permitieron la existencia de seres inmóviles que se
reproducían -cuando se reproducían- por mecanismos estáticos desconocidos por
completo por la ciencia. Se trataba de entes vivos de distinta forma y aspecto
que se movían por así decirlo sin lentitud de ningún tipo, o con una lentitud
pasmosa al decir de otros, y que siguiendo el ejemplo de los monos etíopes
adoptaron entre ellos costumbre de no hablar no fuera a ser que les vieran, les
obligaran a moverse, y a la postre tuvieran que cambiar. Y hasta ahí podíamos
llegar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario