viernes, 15 de abril de 2016

CAMBIAR


Hubo un tiempo en que la irracionalidad y la desidia de los dioses llegó a ser tal que permitieron la existencia de seres inmóviles que se reproducían -cuando se reproducían- por mecanismos estáticos desconocidos por completo por la ciencia. Se trataba de entes vivos de distinta forma y aspecto que se movían por así decirlo sin lentitud de ningún tipo, o con una lentitud pasmosa al decir de otros, y que siguiendo el ejemplo de los monos etíopes adoptaron entre ellos costumbre de no hablar no fuera a ser que les vieran, les obligaran a moverse, y a la postre tuvieran que cambiar. Y hasta ahí podíamos llegar.

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