domingo, 10 de abril de 2016

LA NAVE ACABA DE DESPEGAR


Mi nariz es un botón, la nave acaba de despegar, y un puñado de soles trajinan por el espacio sin límites. Eso sucede en mi cabeza. Afuera las cosas no están mejor: la luz repercute sobre las espinosas hojas de un pino, pero es ella la que perece una vez más en su desigual combate contra las inclemencias. Así las cosas, y conociendo como conozco al creador, es probable que en la madrugada el teléfono se niegue a dar la hora y que los pájaros se ahuyenten al escuchar mi risa. Cosas que pasan, diría Larralde.

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