Con un ventrículo vacío y el otro ninguneado, su corazón latía al
ritmo que le marcaban los sueños. Pero además de esa arritmia bucólica y de su
monogamia extrema, destacaba de entre todas sus rarezas el don de no sentir
nada. También tenía sus vicios de modo que, entre nada y nada, que es como
decir entre sueño y sueño, era capaz de dar su camisa por un buen trago de ron
añejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario