Demonio infatigable, filósofo falto de sueño, héroe imposible y
hasta dios durante un rato, todo eso y más tuvo que ser sin que el ejercicio de
esos oficios hiciera mella en su inconsciencia radical. Inmortal por vocación,
murió –para que vean lo que son las cosas- fruto de un olvido imperdonable al
que le condujo su locura. Y es que ignorar la muerte está bien, puede decirse
incluso que es condición necesaria, pero en ningún caso resulta suficiente como
garantía de eternidad.
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