Como si de un viejo retablo se tratara, la madera de aquel parqué
sostenía su cuerpo encorvado y enjuto mientras realizaba aquellos iniciáticos
ejercicios anti oxidación que más tarde degeneraron en pura autofagia. Todo eso
sucedió, no habría ni que decirlo, mucho antes de que emprendiera camino hacia
la nada y de que sus ojos, antaño esperanza de visibilidad en la ceguera
general del mundo, se cerraran para siempre.
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