Descubrió tarde que la doctrina no ocultaba secreto alguno; así, la tarea de pescar la felicidad con la red del pensamiento se tornó difícil, si no imposible. Cuando empezó a utilizar el trasmallo de los sentimientos cayó en la cuenta que las horas huían con rapidez y, a veces, hasta con estrépito. Dicho y hecho: ocultó la sustancia más allá de lo visible y contempló durante largo rato el perfecto desorden de las estrellas en el firmamento.
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