Como nada tuvo y nada quiso, siempre anduvo lejos de la miseria. Más tarde aprendió a pensar, a esperar y a ayunar, y todo eso para nada, o peor aún, para terminar, libre e incondicionada, imposible e irracional por tanto, entregándose a los brazos de un hombre con la misma voluntad y el mismo tesón con el que antaño otros se entregaban al fuego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario