martes, 20 de enero de 2015

INTROSPECCIÓN

Se imaginaba así mismo desprovisto de masa, y buscaba una suerte de espacio incoloro, una especie de no lugar donde sólo habitaran las más puras de las abstracciones. Sus constantes vitales, empero, reclamaban al tiempo un estado de vigilia física permanente y no había forma de que le dejaran en paz, de modo que, tras los primeros indicios de conciencia, aprendió a ocultarse bajo la superficie de sus ojos abisales y, con ello, el arte de la introspección. Allá abajo el silencio era tan profundo, tan brutal, que el eco ininterrumpido del vacío al chocar sobre sus sienes le llegaba a producir fuertes dolores de oídos. 

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