sábado, 31 de enero de 2015

TRAS MARES DE SOMBRAS


Ya le decía su madre que de tanto darse a la pena se le estaba secando la bilis, de modo que no le extrañó el hecho de que, una tarde, mientras apartaba el visillo de la cocina, se quedara sin aliento y, lo que es peor, sin fuerzas para reaccionar contra su propio ahogo. Menos mal que la parca estaba torpe esa tarde, menos mal también que tanto él como los suyos tenían por costumbre dormir con un ojo abierto, y menos mal, en fin, que las cosas no son duras ni blandas sino conforme las hace cada cual. El caso es que sobrevivió. Hacía rato ya que la noche había inundado las calles y los descampados, y que la severa belleza de los álamos desvestidos por el invierno se ocultaba tras mares de sombras. Fue entonces cuando empezó a sentirse mejor.

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