Más que un infarto, lo que parecía estar sufriendo era un ataque
de lucidez. Se acercaba el final y no veía la forma de redimir su cuerpo de
toda una vida de malas posturas. Tampoco atinaba a encontrar los materiales con
los salvar el alma, si es que tal cosa llegó a existir alguna vez en aquel
amasijo de materiales extraños y contradictorios que fueron conformando su ser.
Entre tanta acumulación de sucesos primaba una sensación de nausea barata
propia de los amaneceres vacíos, todo ello en medio de un vasto paisaje de
vergüenza generalizada.
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