Sin otra pretensión que poder llegar a apreciar la inconmensurable
belleza de un pica pollo bien aderezado y bien frito, pareciera sin embargo que
todo (la arcilla, el polvo, el viento, la hiel,…) me condujera a un nuevo
encuentro con Shakespeare, encuentro este que tendría como escenario
incomparable un paisaje en el que el arte de hacer mucho con nada estuviera
tocando a su fin. Las certezas me asaltaban: tan inevitable como intangible, el
paso del tiempo seguía haciendo de las suyas, y una mano sucia e invisible manejaba
mi destino con un descaro y una impericia dignas de mejores causas.
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