lunes, 26 de enero de 2015

TANGO


Escuchaba tangos todo el día. Uno detrás de otro. Continuamente. Cuando peinaba su alopecia. Tango. Cuando contaba el viejo dinero que entregaba religiosamente a aquella mujer, su mujer, tan joven. Más tango. Otro tango más, pensó para sus adentros, y de lo que era una criatura de salud normal con ciertos rasgos de decrepitud, propio de los años, no quedará sino un zombi neurótico y destrozado sin perspectiva alguna de recuperación. Lo triste es que hasta eso también sonaba a tango.

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