No es que estuviera sediento era, simplemente, que no se podía
creer la suerte que tenía. Lo cierto es que, así como al paso, la inagotable
sed de su corazón estaba construyendo otra realidad, una muy distinta de la
original que poco a poco estaba reemplazando a la anterior. Había dejado atrás los medicamentos , los
horóscopos y las dietas, y se estaba comiendo la vida por las patas. Sabía que
la diferencia entre un abismo y una distancia prudencial es sólo cuestión de
perspectiva. Comprendía el riesgo. Lo aceptaba. Pero no quería despertar.
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