Todo hombre tiene un componente importante de ficción, y este
hombre, el hombre del que les vamos a hablar hoy, aún a pesar de tener sus
buenos huesos y su buena porción de carnes, no era una excepción en lo que a
invención se refiere. Para empezar hay que decir que este hombre tenía nombre.
También hay que decir que este hombre estaba en un hotel que también tenía
nombre. Así pues, tenemos un hombre, dos nombres y un hotel. Pues bien, este
hombre cogió su identidad a cuestas y se subió a la azotea del hotel con la
sana intención de fumarse un cigarrillo y tirarse al vacío. Ahora bien, si
tenemos en cuenta que es el lugar el que crea al individuo, no les debiera
extrañar el hecho de que, en ese mismo instante y en esa misma azotea, una tal
Mariana, que se disponía a apagar su cigarrillo y volver a sus labores en la cocina,
viera aparecer en esas alturas al que tenía toda la pinta de ser el hombre de
su vida.
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