miércoles, 26 de agosto de 2015

MIRLOS

Más o menos a la hora en que los sonámbulos dejan sus correrías y descabezan un sueñecito reparador, aquel linotipista en paro despertó sobresaltado, preguntándose por el misterio que se esconde tras la transmutación de la grasa en músculo. Zarandeó a su mujer, la interrogó al respecto, y ésta en respuesta intentó matarle, con tan poco acierto que fue ella la que se desnucó con el quicio de una ventana mal cerrada. Enajenado por completo, aquel veterano oficial de las artes gráficas miró por la ventana ensangrentada, constató todo lo que los mirlos saben del campo, y con ese pensamiento en su cabeza durmió más y respiró mejor.

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