viernes, 7 de agosto de 2015

EL TRASERO DE AQUELLA DAMA

No encontró en las profundidades del tiempo una respuesta razonable a los enigmas que, desde siempre, vislumbró en el trasero de aquella dama. Fijar la mirada en él y desencajársele el rostro era una y la misma cosa. Cada vez que la veía, una luz roja fría y deslumbrante, señal inequívoca de peligro, se abría camino en su interior, pero aquella tarde no quiso atender avisos. Aun a pesar de su aspecto melancólico y sumiso, encaminó sus pasos con determinación, como si la vida le fuera en ello. En momentos así, lo cotidiano se vuelve extraordinario y, por primera y última vez, se dirigió a ella balbuceando una tontería y al despedirse, así como sin querer, rozó su culo con el dedo meñique de su mano izquierda. Cientos y cientos de pajas posteriores tuvieron su fundamento último en ese postrero instante.


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