viernes, 12 de marzo de 2010

EL HUNDIMIENTO

Durante aquellos instantes en los que todo el peso del universo recayó sobre su cabeza, ningún ser vivo dejó de serlo, es decir, nadie murió. Tampoco aquellos que estaban a punto de morirse. Nadie. Alguno hubo incluso que se creía muerto y bien muerto y volvió al azogue del vivir durante aquellos instantes de locura colectiva. La tierra, nuestra tierra, se convirtió en una tierra aburrida donde reinaba un tiempo repleto de algodones y delicadezas. Luego vino el diluvio y todo se hundió. Fruto de un proceso complejo de degeneración simpática, todo se hundió. El mundo se hundió como se hunden los bosques hinchados por la lluvia en la húmeda elocuencia de su propio dolor. Infelizmente drogado y hundido, con el universo por sombrero, sintió que fuera de su vientre abombado todo era oscuridad y ruidos con sabor a abismos. Todos estaban hundidos, él también, pero durante aquellos instantes nadie murió.

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