sábado, 27 de marzo de 2010

HACIA EL VIENTRE DE LA NUBE

Desde el interior de una nube repleta de obsesiones pasaba los días acurrucado en mi conciencia formulando hipótesis inútiles y durmiendo a pierna suelta, ya que esa y no otra cosa era la voluntad de mi buen dios. La tentación de la renuncia radical, de la parálisis absoluta, se adueñaba cada vez con mayor rotundidad de mi enjuta voluntad en los escasos momentos que probaba algo parecido a la lucidez. Con todo, lo normal era el abatimiento y el predominio de un sonido ahuecado e inorgánico que llenaba de agujeros el pellejo vacío de mi cabeza. Entonces bajaba de la nube y como un girasol tras su sol, o como un perro abandonado que imagina haber encontrado un nuevo amo, mi cabeza otrora vacía y ahora llena de agujeros giraba siguiendo el rastro de sus ojos oscuros hasta que llegaba la medianoche y con ella la luz. Y servidor, con la llegada de la luz, encaminaba de nuevo mis pasos hacia el vientre de la nube.

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