domingo, 14 de marzo de 2010

SUYA PARA SIEMPRE

No todas las metáforas resultan insensatas. Por ejemplo, me parecía a mí que aquella realidad aproximándose a lo que sería su nombre resultaba una bella e incomprensible metáfora de un algo que bien pudiera ser el mundo. Pantomima sin argumento, profundamente cosa, profundamente insensible, el mundo resultante de esta metáfora bella carecía de un alma caritativa capaz de darle no ya sentido sino simplemente cuerda. La parte incomprensible de la metáfora podría quedar reseñada en la siguiente descripción: la luna vertía su lejana luz sobre una tierra cada vez más llena, cada vez más insalubre, una tierra donde reinaba un intenso olor a orina ensangrentada. En fin, tampoco conviene abusar. No está tan clara la diferencia entre soñar y soñar que se sueña, y quizá por ello no convenga hacerse mucho el remolón: la realidad circundante puede acabar por succionarte y hacerte suya para siempre.

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