sábado, 13 de marzo de 2010

INSENSATA METÁFORA

El hombre llevaba solo en el mundo el tiempo suficiente como para darse cuenta de la inutilidad del teocidio. Muerto dios, la raza de los ogros creadores de ciencia y belleza tomó el mando de las operaciones. Nada pudieron, empero, contra la revelación que hablaba a las claras sobre la imposibilidad manifiesta de derrotar al tiempo. Ese es el contexto en el que me refugié en el lenguaje de los pájaros y los locos, y me esforcé seriamente por apartar de mí el oscuro sol del que emana tanta luz oscura. Confundidos como estamos por la ausencia del Padre, hay quien confía en que la palabra nos redima, sino de la muerte sí al menos de la indiferencia. No es mi caso. Mi lepra reinventa la carne y la desvela. Con eso me conformo. Es así como consigo que la autoridad del aire, capaz de generar abismos en movimiento, quede en cuestión. Oculta tras los pelillos de mi pecho descansa una lágrima de vino negro a modo de insensata metáfora con aspiraciones de eternidad.

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