No sin dudas, amaneció el día que siguió a la noche, y aquel amanecer le sorprendió mirando y remirando, pasando y volviendo a repasar, algunos consejos que le diera su padre. El tal padre, socrático a la hora del escribir, se versó en múltiples oficios e ingenierías de indudable utilidad a la hora del vivir, parte de las cuales transmitió a su desmemoriado hijo. De tanto andar por selvas y despoblados, acabó lo que se dice en los huesos, y murió no se sabe si de una súbita alegría o de un dolor grande.
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