Él no estuvo cuando el milagro de aquél que dio al fango un alma y untó sus sienes con el jugo de la oliva, pero sí participó en el banquete de sombras donde fustigó a los mercaderes con una rama contagiada de risas, babeó con los haces de desconocidos recuerdos, y soñó despierto el sueño de los espejos ciegos. Despertó, y al despertar creyó haber amado más allá del verbo y del nombre.
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