De apariencia y semblante más bien dulzón, parecía que no hicieran mella en él los pesares y conflictos propios de la herencia de la carne. Quizás por eso, sus allegados no atinaban a dar con la causa que le ponía en ese sinvivir. Soñaba ultrajes y dormía desdenes que, sin ser suyos, se adueñaban de su corazón llenándole de pesar. Tras cada página, un sobresalto; tras cada sobresalto, un mundo.
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