Vivía en su balcón y la definió como un ramaje de vida fertilizada repleta de sustrato verde. Fue en la misma época en la que se proclamó capitán de la congoja y en la que clamaba por encontrar un verdugo capaz de matar la muerte. En su universo de implacables planetas era normal que las voces traspasaran los silencios y dedicaba su tiempo a consumir inmensas raciones de soledad.
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