lunes, 4 de febrero de 2013

INQUILINO DE UNA GANGRENA

Pasó del no ser a ser sombra, para terminar como tantos otros de inquilino de una gangrena. Allí, incrustado en la más andrajosa de las gárgolas celestes, no se vivía mal. Podía disfrutar del vacío encharcado de estrellas, de las viejas historias escritas sobre un marfil derrotado e invisible, y del misterio de la soledad.

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