Frotó y, más allá de la porquería de los cristales, más allá de los cristales mismos, llegó a ver luces mojadas de noche. Y paseó sus calles. Y contó ojos, estrellas y telarañas. Y recordó las viejas canciones de borrachos que llegaban a él desde un más allá remoto y algo confuso. En la esquina de la panadería se paró a pensar y sintió en el pecho un frío profundo que apenas si le dejaba respirar. Cayó, y se fue lejos.
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