Entonces
lo entendí todo. La quietud de marzo. El vahó de lágrimas minerales que
enturbiaban sus ojos. El hechizo de su palabras-caricia. El consuelo de un
invierno extrañamente cálido…Resultó que los besos diminutos que nacían en la
comisura de sus labios, lejos de ser postizos, traían bajo el brazo el aguamiel
de la veracidad. Resultó, en fin, que todo era verdad. Las nubes rojas, el
aire, las risas…todo era verdad.
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