domingo, 17 de enero de 2016

HAMBRE


Sufría desmayos regulares, más o menos a eso de las once del mediodía, desfallecimientos éstos que la mayoría del vecindario achacaba con acierto a la falta de sustancias ingeridas, o al hambre si queremos ser más claros, algo habitual en aquellos años de posguerra. Por lo demás tuvo una infancia feliz, aunque hay que decir que, fueron tantas las canalladas que tuvo que ver o escuchar desde bien chiquito, que en los cuentos infantiles siempre estuvo de parte del lobo feroz. La lógica de este mamífero placentario le parecía aplastante, y su perseverancia digna de elogio. Para dulcificar estas desviaciones tortuosas de su conducta moral, ensayaba sonrisas delante del espejo.

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