Cuando
estuvo en juego la identidad de cada animal, de cada planta, –el ser de la piedra nunca se puso en
cuestión-, se produjo una implosión de toda la materia existente que resituó a
cada quien en su sitio original. El orden natural de las cosas volvió a la raíz
y se tornó líquido, magnánimo. Bien es ciertos que ciertos asuntos continuaron
por sus fueros: el misterio del amor siguió navegando remolinos, los úteros
incandescentes y hambrientos prorrogaron la búsqueda del ansiado
equilibrio,…pero la esencia primera de todo lo viviente mudó, y eso ya no tiene
arreglo.
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