Obligado a vivir para trabajar como lo estaban el resto de los
esclavos, se quedó absurdamente dormido sin que revelación alguna viniera a
sugerirle un camino, un plan de huida. La salvación rara vez adopta forma de
expediente administrativo, de modo que no hizo mucho caso de los cantos de
sirena de aquella aparición que, a modo de anunciación y adoptando forma de
jefe de negociado, le sugería en pleno sueño iniciar lo que sería una brillante
carrera en la función pública. Y así estaban las cosas cuando sonó el
despertador, de modo que no le quedó otra que volver a mirarse en el espejo de
sus posibilidades (léase limitaciones, léase necesidades), y levantarse para fichar.
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