viernes, 29 de enero de 2016

LA FELICIDAD


Tumbado en la cama mirando al techo contempló la felicidad durante una hora. Luego se cansó, fue a la cocina y abrió una naranja. Entre los gajos del cítrico también le pareció encontrar restos de una placidez fresca y jugosa. Lo mejor de todo es que toda esa dicha resultaba llevadera, sostenible en el tiempo, que no sentía dolor alguno, y que podría seguir viviendo así –de hecho quería seguir viviendo así- lo que le quedaba de vida. Algo o alguien lo había arañado, y se sentía bien.

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