viernes, 12 de febrero de 2010

ERA

Como si de un dios incompleto y deseante se tratara, eran las tres de la mañana y seguía teniendo sed de mar. A lo que se ve, sus andares de peregrino vagabundo en pos del mirlo y la palabra poco o nada habían servido para saciar sus ganas de ser, o de seguir siendo en el supuesto de que convengamos en que algo era ya. Era ya hermano del ahogado que resucitó como un rumor de entre los muertos, como era sombra al cobijo del hondo saco donde se escondía junto al sol para protegerse de los peligros de la nada. Era también incipiente carne de música cantarina que se dilataba tras el ocaso y temblaba cuando dormía. Quieta nube fijada en mi conciencia animal. Fondo sin aire. Impenetrable languidez.

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