jueves, 25 de febrero de 2010

LA SOMBRA DE UN HOMBRE SOLO

La sombra de un hombre solo. A ella me remito. Claro que el hombre al que acompaña una sombra no debiera sentirse tan solo e incluso motivos tendría para darse con un canto en sus dientes de sombra sola. Manso exilio el de la sombra sola, y estéril piedad la de sus ojos cejijuntos que callan, la de su boca asalvajada que escucha no sin deleite el melancólico crepitar de los silencios. La sombra de aquel hombre solo parecía incapaz de gestionar la lluvia que emanaba de sus ojos. Todo era destiempo, sucio destiempo salpicado aquí y allá de sueños de lunas espinadas y derrotados desiertos. Fríos destiempos además de sucios, en los que las telarañas de misterios eran dueñas del sol y de todos y cada uno de sus crepúsculos. De la sombra del hombre solo emanaban gestos de azufre. A ellos me remito.

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