jueves, 4 de febrero de 2010

MÓSTRUOS

Además de dar nombre a un conocido río del amado Perú, también la decimosexta letra del alfabeto español suele atender al nombre de ene. La tal ene representa un fonema consonántico, ya que consonante es, además de nasal y alveolar por las razones que en su momento se aducirán. Con la ene ocurre como con casi todas las cosas: que no son tan sencillas como parecen. En mi opinión, si alguna virtud tiene la ene además de cumplir de forma correcta con las funciones consonánticas básicas, es su capacidad de adaptación al medio. Expliquémonos. La ene adopta forma de sonido alveolar cuando va al principio de palabra o entre vocales. Correcto. Sin embargo, cuando la ene está ubicada al final de una sílaba y se encuentra seguido de consonantes, entonces se adapta al sonido que tenga a bien construir la consonante que le sigue, convirtiéndose en palatal cuando pronunciamos la palabra roncha, ya que la che adopta esta forma palatal, o en labiodental si la palabra pronunciada es, pongamos un por ejemplo, la palabra enfermo, ya que labiodental resulta en este caso el sonido de la efe. Esta capacidad camaleónica de la ene siempre me ha parecido un punto asombrosa. Claro que, como todo hijo de vecino, la ene también puede tener problemas de relajación. Sus problemas de relajación se acentúan cuando la ene va seguida de una ese, relajación ésta que debiéramos esmerarnos en corregir para que, pongamos un por ejemplo, la palabra construir sonara a lo que tiene que sonar sin que su sonido llegue a degradarse hasta un extraño kostruír ajeno a nuestra lengua, y para que los monstruos siguieran sonando como tal sin llegar a la monstruosidad de quedar convertidos en móstruos. Mención aparte merece el caso de la palabra consciencia, palabra ésta que perdió ya hace mucho tiempo, no la consciencia de sí propiamente dicha sino la ese de la palabra en su lucha con la ene por hacerse un hueco en la consciencia de los hispanohablantes, resultando esta mutación bien acogida tanto por los hablantes de a pie como por letrados, bachilleres y académicos de variado signo y condición. También se utiliza la ene sola cuando queremos dejar constancia de un nombre que o bien no lo sabemos o bien, sabiéndolo, no lo queremos decir por las razones que sean. Por último, quizás no esté de más comentar que la ene, como si de un ascensor se tratara, sirve además de todo lo dicho para elevar los números a un estado de indeterminada potencialidad. Así, si yo elevo diez ene veces, lo que estoy haciendo es elevar el número diez a un número indeterminado de veces, número indeterminado éste para el cual utilizo el signo de la ene. Esta función llamémosla mecánica de la ene no ha sido valorada todo lo que se debiera.

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