domingo, 28 de febrero de 2010

AMBOS DOS

El corazón en movimiento produce un cierto traqueteo, una especie de aporreamiento de sube y baja, ora bronco, ora macho, en el que la vida se va disipando. Extraño en su propio corazón, y extrañado a su vez el corazón por la frialdad que mostraba el propietario, perturbados ambos por la estrechez del infinito que les ha tocado en suerte, a los dos extraños no les quedó otra que compartir sus soledades respectivas. Uno se sentía débil, como tifoideo por vocación, mientras el otro se veía a sí mismo tierno como una vieja maleta en medio de una sala de espera vacía. Ambos dos gustaban de sentir la cercanía de una distancia, la que experimentaba entre su mundo y el mundo, que se le antojaba tullida. Ambos dos vivían, huelga decirlo, en un permanente ajuste de cuentas con la realidad, en una búsqueda absurda del instante descosido y frágil que conduce al extrañamiento lunático. Ambos dos se deseaban autónomos y presentían el intimo desconcierto de aquel que se decide a colocar su alma en unas manos que no son las suyas.

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