martes, 9 de febrero de 2010

YA NO TENÍA NOMBRE

Hay cosas que mejor no saber. Mejor cubrirse con un grueso manto de grasa insensible y dedicarse a alimentar con leña seca el fuego de un invierno que promete ser eterno. Mejor no pensar. Mejor no levantar la vista del fuego. Ir de una llama a otra. Las estrellas que se ven desde el fondo de los pozos no son de fiar. El fuego dentro del pozo. Mirando el fuego dentro del pozo me veo como un cadáver en su propia autopsia. Así, pareciera que mi centro de gravedad no tuviera a su vez un centro de gravedad al cual tomar de referencia, de modo y manera tal que se desplazaba de un lugar a otro como una peonza loca, despeñándose por precipicios y alcanzando exhausto cimas insondables, y yo con él. Ya no tenía nombre. Todo lo importante había huido de mí, dejando en su lugar un deje amargo.

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