viernes, 16 de marzo de 2012

SENCILLO

Ni los muertos ni aun los vivos habían visto nunca por aquellos alrededores un rostro tan descompuesto y falto de color como el de este personaje que observaba a la orilla del camino un conejo de campo mientras daba buena cuenta de un vulgar aunque apetitoso manojo de zanahorias. Con el corazón en suspenso, pensaba aquello de a quien dios se la de San Pedro se la bendiga. Sencillo como era, eso fue lo último que vio y lo último que se le ocurrió pensar.

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