miércoles, 7 de marzo de 2012

SUS SENTIDOS ENLOQUECIERON

Llegada la hora nocturna, y justo cuando el diapasón de la garganta se disponía a bostezar las notas más bajas, sus sentidos enloquecieron, y lo hicieron de forma tal que su tacto se puso a ver, el olfato escuchó lo que no debía, y el oído degustó unas inmundas raciones de excrecencias vivas que penetraron directamente en su tejido cerebral. Pensó en huir y pensó en morirse, quedando finalmente inmóvil, como les ocurre a los animales obligados a realizar dos tareas.

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