viernes, 23 de noviembre de 2012

EL HUESO

Ajeno a las necesidades propias del deseo, vivía tranquilo en una casita cerca de Los Ángeles. Claro que no sé por qué digo eso porque el acontecimiento que comenzó a olvidar mucho antes de que éste tuviera lugar, y que es aquello de lo que quería darles noticia, poco a nada tiene que ver con espíritus celestes. El asunto es que, a mitad de camino entre el gris hueso, el blanco hueso y el amarillo hueso, una mañana de otoño descubrió un color hermoso, realmente hermoso, del que hacía gala un hueso propiedad del perro del vecino, animal este que, a su vez, hacía gala de una mugre indescriptible. Fue ese entramado de estados aparentemente incompatibles el que llamó su atención.

No hay comentarios:

Publicar un comentario