domingo, 11 de noviembre de 2012

LA LLUVIA SE ADUEÑABA DE SUS PUPILAS

Mientras la lluvia se adueñaba de sus pupilas, la luna se limitó a mirarle dejando intacto el origen de sus miedos. El bar cerró, el chino también, y las cicatrices que durante años estuvieron bien amarradas a oscuros asideros de su pecho y el bajo vientre, aprovecharon el bajón para desasirse y comportarse como si de locos muelles se tratara. Sólo la profundidad del tiempo, mecido en cuna de haya y embutido en pañales de alta velocidad, servía de alivio a la salada humedad de su desdicha.

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