lunes, 19 de noviembre de 2012

NUNCA NADIE ENTENDIÓ NADA

Sin otra fortuna que la del vivir, lo cual no es poco, tenía un carácter agrio que se negaba a amainar con el paso del tiempo. Constante e incansable como las leyes de Newton, a veces se veía inmerso durante semanas en espirales tormentosas que le derrotaban. En noches de azul negruzco, como si de un poeta borracho se tratara, salía a la puerta de su casa y emitía un sonido sordo y prolongado impregnado de rencor. Nunca nadie entendió nada.

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