Sus
recuerdos quedaron congelados en un tiempo anterior a todo y, desechada la
culpabilidad de los objetos, no le quedó otra que asumir su alma de hombre
perdido y continuar en la búsqueda de señales y presagios que le condujeran al
tesoro de los viejos secretos caducados. Nunca conoció a Speedy González, esa
es la verdad, y daría cualquier cosa, eso también es verdad, por respirar fuera
del tubo un simple hálito de aire robado.
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