Recogida sobre sí, aquella rocosa amalgama
de huesos y carne sería la viva imagen del puro caos si fuera posible predicar del
caos la infinita tristeza que denotaban sus ojos. Así y todo –no me digan cómo-
sobrevivió. Sueño a sueño fue acumulando ganas hasta que, una tarde de siesta
larga, encontró refugio en una jaula forjada con mimbres de luz. Y empezó a
soltar lastre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario