viernes, 29 de mayo de 2015

EVIDENCIA


A la innata zanganería y estupidez propias del personaje, debería añadirse el día de autos un cierto sopor propio de la sobremesa del domingo. No se dio ni cuenta. Envuelto en un halo de bruma, aquel núcleo blanco perfectamente irreconocible fue ascendiendo desde el corazón hasta algún lugar del cerebro, y allí se quedó. Sin amargura, sin cinismo, tuvo que abandonar por fin su permanente coqueteo con la desidia, y rendirse a la evidencia.

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