De cabeza y sesos no andaba muy sobrado, de modo que dedicaba las
más de sus noches a entrar y salir por los boquetes de los cucuruchos y bares
de mala pinta y peor fama, hasta que agotado y sin un centavo se dejaba caer en
un callejón próximo a esperar el paso de Venus por el disco del Sol. Se dice de
él que nunca fue feliz, pero vaya usted a saber.
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